Casa Madrugada.

Según Gaston Bachelard, habitar una casa es también reencontrarse en ella, con recuerdos propios de casas en las que se ha habitado antes. Memorias que se van acumulando con el paso del tiempo y con la movilidad que se da al realizar una mudanza. La casa es una galería de olores, sabores, colores, sensaciones y sentimientos, remedos que forman la cobija de nuestra historia personal. La casa como refugio, madriguera donde guarecerse del peligro, pero también cómo símbolo de opresión, de claustrofobia. Espacios solitarios y desolados en donde nos hemos perdido e intentamos huir, buscando el hilo que nunca nos dejó ningún Teseo.

Del mismo modo en que los caracoles se amoldan a su concha, me he construido una casa en la que sólo cabe un habitante y ese soy yo. Mi figura extremadamente delgada se contrae, se repliega. Me he enclaustrado en mi propio cuerpo. Soy un costal de huesos viejos que he utilizado para procurarme un caparazón, un cobertizo que proteja. Un techo de ceños fruncidos y muecas que defiendan.


De la serie Casa Madrugada
Reynel Ortiz
Plata sobre gelatina
virada al selenio
2006.


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