Lluvia



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Playlist curado por Agustín Ceiklosv

Stultifera Navis


Tu cabeza es una barca llena de locos
que izan la bandera para asfixiar al viento
Y los espacios en tus huesos
conservan el sabor amargo de los muertos

Post mortem

A veces, o quizás muy a menudo, fantaseo con la idea de la muerte. No de morirme en sí, mas bien sobre qué objetos, textos, imágenes o archivos en mi computadora me gustaría que sobrevivieran, eso claro está, si alguien tuviera la disposición de conservarlos. Pienso en las cosas que dejaría si supiera que voy a morir pronto y cuales desecharía, que papeles rompería, que objetos tiraría, una edición de pertenencias que serían encontradas post mortem. Pienso en mis fotografías, las pocas que hecho (mis impresiones, mis negativos, mis archivos digitales), las que me han hecho y que son pocas pues detesto ser fotografiado. Algunas grabaciones de mi voz quedan, junto con varios textos, concisos, corregidos una y otra vez de manera compulsiva, como si los escribiera para que tiempo después, al ser encontrados, cobraran sentido y no me avergonzaran ya muerto. Pero los muertos no se sonrojan. A los muertos les importa cualquier cosa menos la vida. Pero un vivo no puede reprimir las ganas de recorrer los espacios recién abandonados, de andar revolviendo cosas ajenas para intentar rellenar los huecos que deja la ausencia.

Alberca

Ese día fui a tomar fotos a la casa en venta. Cuesta 1 millón de dolares, dicen. Nos atiende una señora de unos setenta años que luego de abrir la puerta, regresa a limpiar la alberca. La mujer que me acompaña comenta lo bonito de ver como toda la mugre de la alberca desaparece al ser aspirada, pero la señora parece no estar de acuerdo con lo bonito de estar jalando un aspirador que pesa más que su propio cuerpo. Me cuenta que siempre se encarga de eso, que no tiene nietos ni hijos que la ayuden. Le digo que al parecer la alberca es muy honda y dice que sí. Tres metros me dice, y me enseña tres dedos de su mano por si no me queda claro. Le digo que tenga cuidado y se aleje un poco del borde porque podría caer y ella me cuenta que han sido unas tres veces también, y de nuevo enseña el trio de dedos, que ha estado a punto de caer dentro. Dice que no sabe nadar, le digo que yo tampoco, así que me hago hacía atrás y le comento que no debería hacer eso cuando está sola porque es peligroso pero dice no tener otra opción. Se queda callada un rato, luego me sonríe mientras dice que va a aprender a nadar. Yo también intento sonreírle, pero sólo me sale una mueca extraña.

Novenario

Madre suele salir con frecuencia por las tardes a novenarios de vecinos fallecidos, la colonia es la más grande de la ciudad, así que apenas se da abasto. "Hay que acompañar" dice, y no me queda claro si la compañía es para los familiares o para el muerto. No va sola, son varias señoras que caminan en grupo cubriéndose del sol de las cinco de la tarde, del mortero convertido en polvo que se forma en estas calles mal pavimentadas, de la tierra que les avientan encima los microbuseros que no respetan madres ajenas. Llegan a las casas sin nada más en las manos que sus rosarios oxidados y sus labios que parecen acalambrarse sino sueltan sus plegarias. Ahí están todas rezándole a un muerto ajeno, cantando el "salgan salgan salgan animas en pena, que el rosario santo rompe sus cadenas", y una larga y monótona letanía que culmina en un "Ruega por él" intermitente. Luego del rosario, toman algún café, té o lo que les ofrezcan y a veces ni eso, pues deben salir corriendo porque tienen que alcanzar el rosario de otro difunto al que se le ocurrió el desatino egocéntrico de morirse al mismo tiempo. Madre no puede contener las ganas de decirle adíos a los difuntos, de pedirles quedito que le vayan abriendo de a poco el caminito. Hace bien, es a los muertos a los que hay que acercarse, porque un vivo no siempre será un vivo, jamás perpetuo. Pero un muerto, jamás dejará de ser un muerto.

Catatonia




Night | Zola Jesus
Beat and the pulse | Austra
IRM | Charlotte Gainsbourg
No one´s there | Anika
Yang Yang | Yoko Ono

Garrapata

A veces me dan ganas de meterme desnudo bajo las sabanas, y como Fernanda del Carpio, esperar a que lleguen los médicos invisibles a revisarme para luego enviar su diagnóstico por telegrama. Pero eso no sucede. Boro dice que mi enfermedad podría deberse a una garrapata. Imposible digo yo, pero Boro insiste en que es una garrapata y me pregunta sino supe que Thalía estuvo a punto de morir porque se le metió una garrapata en la vagina y comenzó a explorar su cuerpo y luego nada, ahí tienes a los doctores haciendo lo posible por extraer al animal que ya para entonces se había instalado muy comodina en algun rincón de la vagina. Increible, es lo que pienso y le digo que seguramente está jugandome una broma pero dice haberlo escuchado en un bus y jura y perjura que todas las señoritas que iban en ese bus prometieron muy solemnes que esa misma noche se revisarían a conciencia su vagina en busca de garrapatas y de paso uno que otro animal rastrero. Él en cambio cierra los ojos y desde lo mas profundo de su ser agradece infinitamente no tener una vagina que sirva de guarida a una garrapata, aunque orificios abunden en el cuerpo. Me siento triste por todo. Por las circunstancias, por la enfermedad, por la vagina de Thalía, por la garrapata vagabunda, y por todo, absolutamente todo en esta vida.

Sonaja




¿Y cuanto tiempo habrá que guarecerse en el costal de huesos viejos?
El sol se ha marchado
Los niños muertos sacuden el costal a modo de sonaja y vienen a espantar los sueños
Agitan sus dedos, largos como el insomnio
Y cantan una horrible canción de cuna


Luciérnaga


Cuando era niño corría por los cerros aplastando el trigo seco. Buscaba la tierra que serviría de abono a las plantas, nadaba en el río, me escurría entre las piedras para luego ir a recoger las mariposas muertas. No recuerdo si era felíz, tal vez no. La felicidad no se olvida. Mi lugar secreto era el último cuarto sin ventana. Ahí sólo había sombras inmóviles. Aunque de vez en cuando llegaban otras que corrían sigilosas por los rincones. Mi madre decía que eran las ánimas. Para asustarlas, los niños atrapábamos luciérnagas todas las noches. Se dejaban caer en el campo, como estrellas alumbrando con su luz verde fluorescente. Algunos niños las frotaban en su ropa y hacían figuras con ellas. Yo las guardaba en una caja de zapatos y luego corría al cuarto a liberarlas. Entonces las ánimas huian asustadas y el cuarto se convertía en una pequeña galaxia.

Travesía



En menos de dos semanas, dos de mi edad se han suicidado a la redonda. Madre no deja de verme raro.