Post mortem

A veces, o quizás muy a menudo, fantaseo con la idea de la muerte. No de morirme en sí, mas bien sobre qué objetos, textos, imágenes o archivos en mi computadora me gustaría que sobrevivieran, eso claro está, si alguien tuviera la disposición de conservarlos. Pienso en las cosas que dejaría si supiera que voy a morir pronto y cuales desecharía, que papeles rompería, que objetos tiraría, una edición de pertenencias que serían encontradas post mortem. Pienso en mis fotografías, las pocas que hecho (mis impresiones, mis negativos, mis archivos digitales), las que me han hecho y que son pocas pues detesto ser fotografiado. Algunas grabaciones de mi voz quedan, junto con varios textos, concisos, corregidos una y otra vez de manera compulsiva, como si los escribiera para que tiempo después, al ser encontrados, cobraran sentido y no me avergonzaran ya muerto. Pero los muertos no se sonrojan. A los muertos les importa cualquier cosa menos la vida. Pero un vivo no puede reprimir las ganas de recorrer los espacios recién abandonados, de andar revolviendo cosas ajenas para intentar rellenar los huecos que deja la ausencia.

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